Además de sus bellos parajes naturales, la comarca cuenta con una larga historia, que ha dejado su marca en el territorio. En nuestros días la región destaca por su tranquilidad pero en épocas pasadas esto no siempre fue así. La zona se ubicaba en plena Celtiberia, cuyos habitantes consideraban al Moncayo como una montaña sagrada que les proporcionaba recursos: madera, caza y sobre todo el hierro, que ya explotaban las tribus de la zona y cuyas armas elaboradas a partir de este mineral, alcanzaron gran fama aún entre los romanos que se enfrentaron a ellas, durante las guerras celtíberas que se desarrollaron en la zona en el siglo II a.C. En Garray, a escasos kilometros de Cueva de Ágreda, todos los años se representa algún episodio de dichas guerras. Los romanos también dejaron su huella en el territorio, especialmente en la localidad de Muro, la antigua Augustóbriga.
Durante la Edad Media, la zona fue controlada por los musulmanes, no obstante esto fue una tierra de frontera, salpicada de torreones y con el eje de la defensa en la localidad de Ágreda dónde se alzaba una fortaleza musulmana rodeada de una población. Esta tierra fue conquistada por Alfonso I de Aragón, no obstante en Ágreda permaneció una importante población musulmana que perviviría hasta el final de la Edad Media, fruto de esto en la villa agredeña convivieron durante siglos las tres grandes religiones monoteístas, musulmanes, cristianos y judíos, dejando su huella en la villa.
A pesar del desplazamiento de la frontera con islam hacia el sur, esta tierra siguió estando en una posición fronteriza, pero entre los reinos cristianos de Navarra, Castilla y Aragón. Fruto de ello, se construyeron nuevos castillos y atalayas que controlaban las rutas desde el valle del Ebro hacia la cuenca del Duero. Los castillos de Beratón y de Vozmediano se alzaban como centinelas avanzados de los pasos del Moncayo. Hoy en día es posible recorrer todas estas fortificaciones vencidas por el tiempo, que fueron testigos de escaramuzas y batallas, como la que se desarrolló en los campos del Araviana, a los pies de Cueva de Ágreda, entre Enrique de Trastámara y las tropas castellanas en 1359. Duras gentes debieron poblar estas tierras, ya que debían estar con una mano en la azada y otra en la espada.
Ya en el siglo XIX Bécquer apreció y glosó en sus obras la belleza y la historia de la comarca. Hoy en día, a raíz de su estancia en la comarca, se han desarrollado varias rutas con sus historias como referente y en Noviercas, lugar donde residió, se encuentra un museo del poeta.